lunes, 11 de agosto de 2008

El poder de las palabras

Algunas veces hablo con el corazón, otras hablo por pura lógica. A veces temo a mis pensamientos, otras me satisfacen... el poder de las palabras puede desatar ejércitos, derribar gobiernos e incluso cambiar el mundo. La oratoria bien pulida mueve a las masas a reaccionar de una manera u otra, cuidar el contenido del discurso es crucial a la hora de incitar a una acción. La persona que está llamada a hablar, posee sus propias convicciones y las refleja en el texto... palabras de furia, palabras de esperanza... el público no admite tentativas, necesita respuesta a sus llamadas.

Si pretendemos hacer reaccionar elegimos las expresiones adecuadas en el tiempo oportuno. Un ejemplo de referente sería Hitler. En días de crisis económica y social Adolf Hitler encendía la llama del pueblo alemán. Si se hubiera dado el caso de que, por aquel entonces, se estuviera viviendo un clima acorde con tiempos mejores, un discurso de tal extremismo no surtiría el efecto a alcanzar. Sabemos, por datos históricos, que Hitler perfeccionaba sus gestos para engrandecer la fuerza de su discurso, objetivo que consiguió de la mano de sus palabras, desembocando en el apoyo incondicional del pueblo.

Este, y muchos otros ejemplos más, nos revelan que los seres humanos cambiamos mientras aprendemos. El fluir del tiempo nos enseña a ver la intención tras las palabras, las consecuencias que ellas traen... el lenguaje ha hecho de una mancha de tinta en el folio una guerra a cientos de kilómetros, la mentira representa a quienes están hechos de ella, no hace justicia a la verdad y, desgraciadamente, la ignorancia posibilita que de una palabra sin mayor repercusión nazca la mayor de las catástrofes.

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