miércoles, 17 de julio de 2013

La comuna de Roma entre 1143 y 1398 (1ª parte)

Planta de Roma de fray Paolino da Venezia (1323). Biblioteca Vaticana, Vat. Lat. 1960, fol. 270v
Hace tiempo que la Roma de época medieval dejó de ser analizada de manera exenta y marginal para incorporarse progresivamente en los estudios históricos pormenorizados sobre las ciudades medievales del centro-norte de Italia y, a pesar de ello, la imagen más generalizada de la Roma medieval tras la crisis del Imperio antiguo, con base en el Renacimiento y sobre todo en la tradición decimonónica, es la de una ciudad decadente dominada de manera progresiva por el papado.

Al margen del debate historiográfico sobre ruptura o continuidad en la Alta Edad Media, no cabe duda de que, a la luz de las diversas investigaciones, la ciudad eterna se tiene ganado un puesto junto a las ciudades medievales mediterráneas cuyo despegue urbano data del siglo XI. Gran parte del paisaje romano, sin embargo, se halla ruralizado como bien atestigua el hecho de que el antiguo Foro sea en época medieval un pastizal. Roma, al igual que otras ciudades del centro-norte italiano, también sufre por estas fechas un proceso de transformación política que lleva a la ciudadanía representada en gran medida por la nobleza a rebelarse contra sus reyes y señores eclesiásticos para participar del gobierno de sus territorios de manera autónoma y organizada, pero sin cuestionar el orden de cosas establecido, que podríamos atrevernos a denominar "orden feudal". El siglo XI es precisamente el período en el que documentamos por vez primera la aparición de las comunas de ámbito italiano (Pisa, 1081-1085; Asti, 1095; Milán, 1097; Arezzo, 1098; Génova, 1099), las cuales, por otra parte, son producto de un proceso mucho más largo en el tiempo.

El origen de la comuna de Roma, tardío por otra parte con respecto a las ciudades citadas, habría que buscarlo tanto en la presencia de “laici potenti” en los tribunales públicos del siglo XI, cuyos descendientes habrían ocupado puestos clave en la administración de la comuna romana, como en la aparición simultánea de cortes de justicia especializadas en la resolución de litigios profesionales. Por otra parte, la concesión de un privilegio comercial  al monasterio de Montecasino en 1127 por parte de un grupo de ciudadanos representantes del pueblo romano nos hace pensar en la capacidad de iniciativa habida ya con anterioridad al acto fundacional de la comuna en 1143. Para entonces, el pueblo de Roma, contrariado por la decisión del papa Inocencio II (1130-1143) que les prohibía derribar los muros de la derrotada ciudad de Tivoli, se rebeló contra su señor y procedió a renovar el antiguo Senado sobre la colina capitolina. Sin duda, la acción en sí misma constituyó un acto cargado de simbolismo, pero habría que señalar, no obstante, que dicha renovatio Senatus no modificaba ningún órgano preexistente, pues ni tenía que ver con el Senado de tradición antigua ni tampoco supuso un hito si atendemos al panorama político del norte de Italia por aquellas fechas, lo que convierte a Roma (he aquí lo importante) en una ciudad inmersa en un proceso generalizado de "constituciones comunales", a pesar de estar enclavada en pleno Patrimonio de San Pedro.

Definitivamente, la presencia pontificia asfixió cada iniciativa comunal, pero al mismo tiempo provocó un estímulo surgido de las mismas vicisitudes de la lucha entre los dos poderes. La comuna, por tanto, no se sometió al papado y ni siquiera en los momentos más favorables al poder pontificio, cuando los senadores estaban relacionados con la curia, se logró el abandono de los intereses y reivindicaciones comunales, lo que no quiere decir que no fuera presa del papa en ciertos momentos, como bien podemos comprobar en el acuerdo de paz de 1188 con Clemente III (1187-1191) por el cual la comuna, a pesar de ser reconocida oficialmente, se sometía al vasallaje de aquél y, por tanto, la autonomía plena dejaba de ser real. Prueba de ello está en la contundente modificación de la configuración del Senado en 1191, que pasó de estar comprendido por 56 miembros a depositar su titularidad en una sola persona: Giovanni Carushomo (1191), Giovanni Capocci (1195). Posteriormente, en 1238, la titularidad única del Senado pasó a estar ejercida de manera colegiada hasta 1358 por dos exponentes de los grupos de poder enfrentados, es decir, de familias nobles locales cuyo posicionamiento a favor del papa o del emperador dividía la vida política de la comuna. Así pues, la aparición del senador único, que coincidía en el tiempo con un proceso paralelo de implantación de podestà (magistrados forasteros con poderes extraordinarios) en el centro-norte de la península, responde a las circunstancias de las tensas relaciones entre comuna y papado y su colegialidad es fruto de los enfrentamientos entre facciones de la época.

Por otra parte, las relaciones entre Capitolio y emperador, sobre todo a partir del reinado de Federico II (1220-1250) siguieron la misma dinámica que aquéllas mantenidas con San Juan de Letrán, es decir, se movían entre el interés y el oportunismo. En cierto modo, la comuna de Roma actuó como un poder intermedio, pero activo, en los constantes enfrentamientos entre papado e Imperio. Fue de hecho la hostilidad entre el Stupor Mundi Federico y Gregorio IX (1227-1241) lo que permitió a la comuna continuar provisionalmente con su política de expansión territorial, la cual pasaba por hacerse con Tuscolo (1233), el otrora ducado de Tuscia y la provincia de Campagna e Marittima, sin mencionar el rencor que albergó contra Tivoli a lo largo de toda su historia. Sin duda, el ámbito territorial en el cual la comuna ejercía su jurisdicción, a pesar de la opacidad de esta cuestión, fue tema capital para la supervivencia del ente ciudadano sobre todo en 1234, cuando encabezada por el senador Luca Savelli se rebeló contra el papa con el fin de anular la paz de 1188, vista la pérdida de autonomía, y reivindicar atribuciones como la libre elección del Senado, la acuñación de moneda o el derecho a percibir el cobro de gabelas que finalmente vio reconocidas a pesar de sufrir pérdidas territoriales considerables tras la firma de la paz. 

Una vez asumida la colegialidad del cargo de senador único a partir de 1238, el poder comunal evolucionó de manera bicéfala de acuerdo a las circunstancias que el clima político imponía, aunque su orientación, en gran parte, miró por los intereses papales y dio de lado a Federico II. Con ocasión de la muerte del pontífice Inocencio IV (1243-1254), la comuna romana, víctima de los enfrentamientos de un pequeño y selecto grupo de familias nobles, denominadas baronali, tuvo que buscar soluciones más allá de sus murallas, como ya habían hecho algunas ciudades del norte a través del llamamiento de magistrados forasteros cuyos poderes extraordinarios hacían de éstos verdaderos dictadores. Procedente de Bolonia, el magistrado Brancaleone degli Andalò se convertiría en el primer senador forastero a cargo del gobierno comunal de Roma e iniciaría la denominada fase popular de la comuna (1252-1347).