jueves, 9 de junio de 2011

Cuestiones sobre la verdad en historia y la vida misma

Sujetaba mi cabeza gravemente no hace ni unas horas mientras hacía acopio de apuntes. Me encontraba revisando un manual de Historia Antigua cuando comencé a sentirme sensacional conmigo mismo. Como aquellos judíos terroristas de la película Munich, yo estaba exultante. ¿Qué había en el café? O mejor aún ¿qué había en el ambiente? Solamente yo junto a otras tres o cuatro personas esparcidas por la sala. Un ademán de percusión llegaba desde el exterior, ¿quizá era aquel ruido lo que me desconcertaba? No, no era eso. Pero ¿y la historia? La Historia, sí. Sinceramente, ¿alguien sabe de algo más electrizante que el decidido sonido de una marcha hoplítica? ¿Alguien se ha sentido tan "democrático" como Pericles y tan déspota como Sila? Es más ¿quién no ha imaginado ser acompañante de Alejandro a lo largo de un imperio que se extendía desde Grecia al Punjab y desde el Danubio a Nubia? Habré de decir que, pese a ser hombre de pocos vicios y menos virtudes, la Historia, que no es ningún cuento de hadas, siempre me hará viajar a los más recóndito de mi subconsciente, pues no sólo me conozco yo sino la vida en sí misma.

No obstante, la verdad es un todo inabarcable, por lo que tendemos (yo el primero) a escoger nuestra verdad particular. No por falta de miras, vivimos rápido más que pausadamente y analizamos el estado de cosas en base a una existencia contrarreloj y con el mínimo a entender. Después de todo, somos mente y corazón, no engranajes. Pero ¿somos mente y corazón mecanizados? transeúntes por la vida, complejos involucionados. Especialistas pero míseros. La Historia... tomamos la Historia como ese algo sobre lo que se ha escrito sin llegar a atestiguarlo. ¿Por qué afirmamos cuando las metodologías languidecen y la verdad de ayer puede que sea la mentira de mañana? Pirenne estaba convencido de que el apogeo árabe había cerrado el mar Mediterráneo al comercio del Occidente medieval barbarizado. Falló su teoría, no su conocimiento. El tiempo es un bien escaso hoy en día. Si Pirenne hubiera planteado la cuestión desde el progreso de investigación actual, ¿habría afirmado lo mismo? Otro ejemplo: a los cristianos les llega y les sobra una Biblia y un sudario como prueba fehaciente de que Jesús existió. Si su fe les impide cuestionar el canon emanado de Nicea, ¿cuestionarían no obstante que el más importante de los documentos históricos que nombran a Jesús fuera falso? Sin embargo, ¿quién está en posesión de la razón? ¿Nosotros, ávidos de ciencia pero vacíos de una esperanza como la que brinda la religión o quizás ellos los pacientes y pasivos que esperan el final sin ser curiosos?

Tanto extremamos nuestras ansias de encontrar la verdad que, desgraciadamente, tendemos a imaginarla y consecuentemente a crearla, que son dos procesos, a mi entender, muy distintos. Primeramente leemos o escuchamos, luego interpretamos en base a nuestra experiencia, de la que verdaderamente conocemos algo. ¿Por qué habría de creerme un hecho sucedido hace miles de años que pudo ser tan falso como los diarios de Hitler? La respuesta académica me diría "porque está en las fuentes". La respuesta académica ortodoxa me diría "porque está en las presuntas fuentes". ¿Qué nos hace posicionarnos en torno a la figura de Alejandro Magno? ¿Fue un héroe de guerra adalid del helenismo o un sanguinario caudillo? El mito, amigos míos, seduce más que ahuyenta, pues no es la historia del macedonio la que nos interesa sino su leyenda, generalizada por todos sus comentaristas. Si miles de años nos separan del hecho, hablar de ello es como preguntarle qué tal le va a una momia. Confiemos en nuestros instrumentos, pero no nos llevemos a engaño y dejemos margen al error.

La verdad de hoy en día, por otra parte, es una perfecta creación para bobos. Ni fuentes hacen falta para justificarla. Tan sólo una sonrisa, unas palabras de tranquilidad, unos cuantos apretones de mano y todo un sistema intrincado de engranajes bursátiles, tratados, acuerdos, convenios... que pongan de rodillas al Estado, sojuzguen al pueblo y conviertan a los gobiernos en títeres. ¿De verdad hemos sido tan hipócritas como para tragárnoslo?