miércoles, 16 de febrero de 2011

Octubre Negro: "¡pero vaya mierda de economía!"


Durante estos dos últimos años venimos sufriendo una crisis que ha restado gran cantidad de fuerza de trabajo. Sin embargo, la mano de obra se ha trasladado a un sitio donde más vale ser el empleado del mes. Me refiero a la oficina del INEM. En ocasiones se tiende a buscar culpables donde ya no queda nadie, por ejemplo, en los bancos, donde exceptuando una defectuosa alarma anti-robo, ahí no se han dejado ni el pisapapeles. Culpan a Wall Street, al capitalismo, pero... qué pasa con los historiadores? O nos reprochan que no somos de utilidad o nos abuchean cuando somos incapaces de predecir el futuro. Acaso corresponde a los historiadores la labor de afirmar que algo es blanco o es negro? Ante la duda, será gris. Lo único que los historiadores podemos hacer es teorizar, y aún así, con la debida precaución. Ortega y Gasset nos llama "profetas al revés", mas no veo yo dónde está la predicción si nos aferramos a circunstancias propias de un contexto pasado, pues puede que la única norma a la que se deba la historia es a la de la relatividad. En cualquier caso, sentémonos a reflexionar por un momento y seamos capaces de interpretar el pasado que, después de todo, es el gran determinante del presente.

Años 20. Europa se recupera de una mortífera pesadilla auspiciada por el magnicidio de Sarajevo. Mientras, Alemania, llora humillada por Versalles. Sí, corrían los días de entre-guerras, pero al otro lado del Atlántico se disfrutaba de una próspera década en la que los automóviles se producían en serie y surcaban el asfalto de multiplicadas carreteras. Su uso extendido demandó petróleo, éste a su vez, acero, caucho, equipamiento eléctrico, etc. Miles de novatos conductores de camiones paraban a repostar en las recién creadas estaciones de servicio. Los mecánicos se ponían manos a la obra... "Prosperidad" fue una palabra que, a fin de cuentas, se convirtió en un término místico e imperdurable. Pero, en aquella prosperidad, había debilidades. Si bien Estados Unidos no fue zona de guerra, habría de ser una trinchera en la que dividendos, valores y ventas se daban de la mano para nunca soltarse. Y es que el sistema económico capitalista era un delicado y entretejido mecanismo, en el que cualquier perturbación se transmitía rápidamente, con efecto acelerador, a través de todas las partes. Para colmo de precios sujetos a la oferta y la demanda y de una gran división de trabajo por zonas, la gran producción local e internacional estaba financiada a través del crédito, promesas de pago en el futuro. Qué clase de contemporáneo iba a poner en duda un sistema basado en la mutua confianza y en el mutuo intercambio? Generalmente nadie. El prestamista realmente creía que iba a recuperar su dinero, como así el prestatario confiaba en poder pagar sus deudas, o la granja y la fábrica que ponían sus productos en el mercado a precios altos con la esperanza de obtener un beneficio neto, pero que se encontraban con que los trabajadores compraban productos de otras fábricas y granjas, y así sucesivamente alrededor de círculos interconectados por todo el globo.

Tras 1924 cambiaría todo. El poder adquisitivo de las masas era incapaz de asimilar el gran volumen de lo que técnicamente era posible producir y, por otra parte, la agricultura se venía deprimiendo a lo largo de la década. Las operaciones militares de la Primera Guerra Mundial habían reducido en una quinta parte los campos dedicados al cultivo de trigo en Europa. Así, el precio mundial del trigo se puso por las nubes, y los granjeros estadounidenses, de Canadá y de otros países aumentaron sus extensiones cultivables. Restablecida la producción de trigo europea, en parte, gracias a la progresiva mecanización de la agricultura, se alcanzó el superávit de trigo. Pero, por qué la gente iba a comprar más pan si ya tenía el que necesitaba? Consecuencia: el precio mundial del trigo cayó increíblemente como nunca lo había hecho desde hacía cuatrocientos años. Después de eso, la ruina de los cultivadores. Muy pronto, la depresión alcanzaría la ciudad en forma de crisis industrial, lo que se tradujo en reducción de gastos en alimentación.

Pero la depresión, en su sentido estricto, comenzó como una crisis en el mercado de acciones y una crisis financiera. Los precios de las acciones se habían mantenido en ascenso gracias a años de bonanza y los valores no cesaban de elevarse gracias a la excesiva especulación y la compra de acciones con fondos tomados a préstamo, como una manera fácil de hacer dinero. Se llegaba a poseer cinco o diez veces más acciones que las que correspondían a la suma de dinero propio invertido en ellas; el resto es imaginable, como antes mencionábamos con el círculo vicioso. Al pujar los unos contra los otros, la gente hacía subir los precios de las acciones y disfrutaban de papel sin valor real. Pero si los precios bajaban sólamente un poco, el pánico era tal que los propietarios se verían obligados a vender para devolver el préstamo. Causa-efecto: la debilitación de los valores en la Bolsa de New York, en octubre (negro) de 1929, desató incontrolables oleadas de venta que hundieron desastrosamente los precios de las acciones. En el período 1929-1932, cinco mil bancos fueron a la bancarrota y cerraron sus puertas. La crisis pasó de las finanzas a la industria, y de los Estados Unidos al resto del mundo.

El desempleo, un mal crónico desde la guerra, adquiría ahora las proporciones de una peste. Hombres en la flor de la vida pasaban años sin trabajo. Los jóvenes estaban vilmente desempleados, sin posibilidad de establecerse en una ocupación y sintiéndose inútiles cuando contribuían a crear el nuevo arte de las aceras (ya os va sonando?). Tanto despilfarro de maquinaria para ahora permanecer parada, sin la fuerza de trabajo necesaria para moverla en pos de la construcción de la sociedad moderna. No obstante, tanto aburrimiento sirvió para que gentes en paro crónico se inclinaran, naturalmente, no sólo al vacío que separaba sus vidas de la muerte, sino también hacia nuevas perturbadoras ideas políticas.

martes, 15 de febrero de 2011

Ramiro de Maeztu e a Hispanidade

A miña pretensión, de cara a contribuír ao ciclo de traballos en torno ó Descubrimento, é a de analizar algúns dos artigos reunidos na obra España y Europa de Ramiro de Maeztu, relacionados directamente coa Hispanidade, ese sentimento de pertenza ao cosmos inaugurado polo Descubrimento que tanto alimentou os desexos imperiais da extrema dereita católica de principios do século XX. Dacordo con estas aspiracións, non pinta extraño que unha das normas programáticas de Falange Española de las JONS durante os anos 30 fora a de reclamar para España a súa vocación imperial. A cousa non quedaba aí. A súa insignia rememoraba a heráldica dos Reis Católicos coa adopción do xugo e as frechas de Fernando e Isabel, respectivamente. ¿Era esta simboloxía froito dun corpo doutrinal tradicionalista, da reacción máis extrema do espectro político ou de ámbolos dous factores? A noción de Hispanidade, intrínseca á obra de Ramiro de Maeztu, pode axudar a responder esta pregunta.
Con todo, quero deixar constancia que, malia o tempo e a breve lista de fontes, miña primeira idea pasaba por adicarlle ao tema unha análise moito máis extensa e non quedarme curto cun raquítico informe.

RAMIRO DE MAEZTU E A HISPANIDADE
(...) la historia del cirio granadino es en compendio la de España: que si Carlos V tiene que recordar la voluntad de los Reyes Católicos fué acaso porque con sus ambiciones alemanas la había olvidado; que si Fernando VI se contentaba con que ardiese de día es porque su gobierno estaba ya dejando de ser la monarquía más que para las grandes ceremonias, y que si el cirio dejó de arder desde principios del siglo XIX es porque la España que sobrevivió a las hambres y desastres de la ocupación napoleónica era uno de los pueblos más pobres de la tierra, tan pobre que muchos de sus Ayuntamientos quemaban los archivos los inviernos para que sus vecinos pudieran calentarse con sus estanterías y papeles.

Así sentencia Ramiro de Maeztu nun artigo co título “El cirio de la Hispanidad” nun intento de reunir os seus artigos máis importantes na obra España y Europa. Así é, de novo, como de Maeztu rubrica a súa visión da decadencia de España no ano 1930, descrición particular dunha realidade inaugurada polo Desastre de 1898 e que verá o seu cumio na obra La defensa de la Hispanidad. Falaba de Maeztu dun cirio en homenaxe ós Reis Católicos como se da mesma historia de España se tratara, e é que o vitoriano enlaza perfectamente co pensamento tradicionalista católico, o cal tantas vistas tiña postas no pasado glorioso de España. Para analizar como é debido a noción de Hispanidade debemos deternos na propia definición que de Maeztu fai en La defensa de la Hispanidad. Así, o escritor aporta unhas orixes con significado

la palabra (Hispanidad) se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside. (...) Hispánicos son, pues, todos los pueblos que deben la civilización o el ser a los pueblos hispanos de la península. Hispanidad es el concepto que a todos los abarca. (...) La Hispanidad, desde luego, no es una raza. (...) Todos ellos (los pueblos hispánicos) conservan un sentimiento de unidad, que no consiste tan sólo en hablar la misma lengua o en la comunidad de origen histórico, (...), sino (la adhesión) de una comunidad permanente.

Deste xeito expresábase Ramiro de Maeztu nunha declaración de principios que anuncia a súa particular idea sobre o tempo dos monarcas católicos, aos que consideraba os mellores da historia de España. Se cadra, non lle resulta dificultoso unir nos seus escritos o feito de que España levara a civilización ós pobos indíxenas e, por outra banda, o sentido que é intrínseco á conquista: “la conciencia de su unidad moral con nosotros” . Non queda aí. De Maeztu xustifica as súas divagacións con outras alleas que, ó mesmo tempo, veñen repetir o mesmo discurso. En palabras de Solórzano Pereira, xurista especializado en dereito indiano durante a dominación da Coroa española,

Si, según sentencia de Aristóteles, sólo el hallar o descubrir algún arte, ya liberal o mecánica, o alguna piedra, planta u otra cosa que pueda ser de uso y servicio de los hombres les debe granjear alabanza, ¿de qué gloria no serán dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y encierran tan innumerables grandezas? Y no es menos estimable el beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio mundo nuevo, sino antes de mucho mayores quilates, pues, además de la luz de la fe que dimos a sus habitantes, de que luego diré, les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus costumbres ferinas y comunicándoles tantas cosas tan provechosas y necesarias como se les han llevado de nuestro orbe, y, enseñándoles la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer y escribir otras muchas artes de que antes totalmente estaban ajenos.

Con estas devotas entregas ó espírito católico universalizador, o achegamento ó home do pasado colonial transfórmase en de Maeztu nun proxecto que avoga por devolverlle a España a súa condición de nova Roma e de Israel cristiano. Non esquecía o escritor de lembrarnos que á luz dos feitos atinxidos nas Américas, a Hispanidade só podía ser obra da perfecta compenetración entre os poderes temporal e espiritual. E así como perdurou a imaxe do conquistador acompañado do sacerdote, así tamén a historia de España ocuparase de facer herdeiros lexítimos dese pasado ás correntes tradicionalistas que, en palabras do padre Vélez citadas por de Maeztu, chegarán a xustificar a mesma Inquisición . Son, sen dúbida ningunha, verbas estas que claman polo Imperio, palabras que supoñen a antítese total da doutrina ilustrada e que toman o exemplo da situación do momento: “La Roma de Mussolini está volviendo a ser uno de los centros nodales del mundo. ¿No han de hacer algo parecido por nosotros las viejas piedras de la Hispanidad?” . Xa dicía Emilio Castelar que “no hay nada más espantoso, más abominable, que aquel gran imperio español que era un sudario que se extendía por el planeta” . Mais non semella ser esta unha máxima que semente a dúbida nas conviccións do escritor vitoriano. É máis, reafírmase ante o convencemento de que a decadencia de España é froito daqueles “afrancesados” decimonónicos e que só é posible a alternativa á guerra “cuando no hay otro medio de abrir camino a la verdad” .

Velaquí a Hispanidade de Ramiro de Maeztu, un home en defensa da esencia espiritual española. Habería que dicir, xa por último, que de Maeztu chegou a rexeitar de pleno un patriotismo non católico, tal como el vía o fascismo italiano e alemán. Para el a Hispanidade non era a historia senón o imperio da fe . Malia esta afirmación, o intelectual nunca deixou de botar man daquel 12 de outubro de 1492 para materializar o seu ideal hispanista, representado polo xenuíno carácter español e o eterno providencialismo da historia de España. A Hispanidade de Ramiro de Maeztu é, resumindo, a perfecta herdanza da mentalidade medieval colombina.

BIBLIOGRAFÍA para Ramiro de Maeztu e a Hispanidade

ÁLVAREZ CHILLIDA, G. (1992): “Nación, Tradición e Imperio en la extrema derecha española durante la década de 1930” en Hispania, Madrid, 52: 182.
DE MAEZTU, R. (1959): España y Europa, Madrid, Colección Austral.
DE MAEZTU, R. (1938): La defensa de la Hispanidad, Valladolid, Aldus S. A.
FONTANA, J. (2000): España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica.

sábado, 5 de febrero de 2011

Dinámica del frívolo


Resulta curioso detenerse por un instante y observar alrededor. No suena sino un bolígrafo cortando un aire estanco, cuando todo un ingente conjunto de puntos negros ya se posa sobre ti. Es la terrible mirada de una concentración desvelada, la pausa al constante devenir de cifras y letras translúcidas. Mientras ahogas un severo arrepentimiento, procedes a buscar lentamente el útil del escriba entre el sonado madero. Alzas la vista y contemplas como el murmullo revolotea encadenado por la estancia. Prodúcese el incesante forcejeo de la silla que se retrasa. Tu sedente aliado se molesta. Por aquí has de verte sorprendido hasta por el observador observado. Los laptops no hacen más que redundar en la entrada, la escapada y el espacio y sus dueños tienen cara de tramar ardides colegiales. Ellos ríen mientras sus apuntes lloran desmemoriados. Cae un chorro aurífero sobre todo inmóvil y palabreos precipitan su huida al mundo de las ideas, donde el libro se hace esencia y el estante queda preso del vacío de hacedores del ayer. Alerta! Alguien llama a la innovación cuando tienes tan presente una Reforma del pasado. Los monjes se revuelven en el coro, pues perturbas la sacralidad de su oración. Oran, mas no laboran. Memorizan, pero no saben. Soy la guardia del Conocimiento. Mis amigos se han marchado porque no me ven.