domingo, 18 de diciembre de 2011

2011: ¿El año de los disturbios?


Es ésta una ocasión en la que, alterando relativamente el discurso habitual, quiero resarcirme de las limitaciones que me impone la metodología para hablar sin ataduras. Bien es cierto que me siento más seguro tratando las cosas desde la opinión vertida en diversas publicaciones, mas ahora aflora el "sentimiento razonado" que poco entiende de academicismos.

Vengo buscando a lo largo de estos últimos tres años un aglutinante para mi óleo historicista (ya es hora de que me plantee el trabajo de fin de carrera) y puede que mis observaciones al respecto no pasen de dos o tres campos muy interesantes pero asimismo muy esquivos. Todo lo dejo en manos del tiempo. Y, cómo no, resulta ser esta Vetusta ourensana la que me desvele en medio de la noche y me obligue a ver todo desde el letargo impuesto por sus muros de aire. Incluso a Europa la veo a través de ese prisma. ¿Mermada capacidad de análisis? Podría ser. Pero incluso Internet, junto con la televisión, la radio y la prensa semejan ser ya recursos abstractos que confunden más que aclaran. De otro modo, las redes humanas siguen siendo las más fiables en esto de la síntesis, conque lo importante no es fiarse del New York Times, el Daily Telegraph o El País, sino de los pareceres de personas tan adecuadas para un informativo como un economista para las tareas de gobierno.

Y es que a este paso, todos analistas económicos. Sí, sí, como lo oyen. Ya pueden bramar los contertulios habituados a la charlatanería en clave y empezar a tener en cuenta el buen criterio de sus consumidores. Después de todo, el contexto así lo facilita. La crisis nos ha brindado oportunidades más que quitado. Nos ha ofrecido más tiempo libre, ha fomentado el turismo laboral e incluso nos ha empujado a informarnos sobre temas tan asumidos como la macroeconomía o la dicotomía Keynes-Hayek. Se nos ha abierto un mundo de posibilidades. De modo que váyanse olvidando esos fantoches que pueblan la parrilla y dan charlas instructivas a sabiendas de que el camarero les puede en un rifi rafe de índice de precios.

Pero volvamos a Europa. ¿Funciona realmente? ¿Podría el BCE asumir la deuda de todos los países de la Unión? ¿La solución pasa por los eurobonos? Yo no sé si la Europa de las dos velocidades es agua pasada, pero me parece que lo mismo da ir en primera o en cuarta si el combustible que mueve el motor no es el apropiado. No hemos llegado hasta aquí para ver el proyecto europeo tirado por la borda por culpa de neoliberales ochenteros y una izquierda europea que no acaba por renovarse.
Merkel teme en gran medida que los 17 puedan emitir deuda conjunta. ¿Entenderá la quitas de deuda como una pérdida de su soberanía? Entendamos nosotros que permitir una Europa alemana, a la par que francesa, constituiría claudicar ante un movimiento economicista que se erige como principal determinante de la vida política europea. La austeridad de los tiempos por la que claman algunos no es la solución. El crédito fluye, pero ¿a dónde se dirige?
Y ya que finalmente los españoles nos hemos visto obligados a modificar nuestra constitución con más pena que gloria, ¿por qué no decir que el gobierno entrante es algo totalmente impuesto a las circunstancias? Si Joaquín Costa llegó a anunciar la llegada de un cirujano de hierro llamado Miguel Primo de Rivera, ¿será Rajoy el cirujano de la Merkel o, a la postre, la tecnocracia una nueva forma de entender Europa?

2011 no sólo ha sido el año de la inflexión tanto en España como en Europa. El mundo musulmán, por otro lado, está viviendo su primavera del jazmín sin saber aún cómo se presenta el invierno. La democracia que abogan por extender los países occidentales en esos países, no es sino una palabra que se contradice a sí misma y sirve únicamente para que la Atenas de hoy se llene la boca con ella.
Fruto no menos importante de esos focos revolucionarios es el 15-M, el cual, en buena parte, ha sabido recoger su modus operandi y adaptarlo a un contexto occidental. Su gran logro estriba en la emoción de las ideas y su capacidad de reflexión. Está consiguiendo que replanteemos ciertos mecanismos dispuestos en las leyes, que miremos de otra forma a nuestras instituciones y, sobre todo, que reparemos en el hecho, asimilado pero ahora más que nunca denunciado, de la fragilidad del aparato político, aquejado de corruptelas y clientelismos.

Y mientras os digo todo esto, estamos finiquitando un año que ha visto tanto el fin de la intervención estadounidense en Irak, como el último suspiro del segundo sátrapa norcoreano. Ha dejado una España que se mueve en la convulsión europea como agente pasivo ante la debacle de otras soberanías y, aún por encima, debe contemplar como un ya ex-miembro de la familia real borbónica le roba descaradamente. En conclusión, si por algo se puede haber caracterizado 2011 es por los disturbios a los que ha asistido en todos los ámbitos, desde el bandolerismo de Londres a la crisis de deuda soberana; desde la tragedia de Fukushima, pasando por el brote revolucionario a esta y otra orilla del Atlántico, a la crisis alimentaria en el Cuerno de África.

Mantengamos el principio esperanza.