A partir de 1990, una Alemania europea fue posible. Pero, ¿lo fue a costa de erigirse en motor de la Unión de Maastricht y de convertir Europa en una Magna Alemania? Se han venido planteando serias dudas sobre las premisas bajo las que la Unión Europea de Maastricht y, por ende, la Unión Económica y Monetaria se fueron estructurando. La pregunta sobre si puede existir la UEM sin unión política y fiscal[1] o es ésta una condición previa para el éxito de aquélla se antoja cuanto menos una disyuntiva entre la Europa de las Naciones y la Europa Federal.
Finalizada la Guerra Fría, la “aceleración histórica” precipitó la hipotética construcción de una Unión Federal Europea[2]. A la par que Alemania se reunificaba, así cumplía Europa su otrora aspiración, que no era otra que la de unirse bajo el techo, a largo plazo, de una misma moneda, de un consenso que condujera a una sola voz exterior y el de la cooperación en asuntos judiciales y de interior. En esencia, Maastricht representaba el debate aún inconcluso sobre la construcción europea, presente desde los años sesenta del siglo XX, entre los partidarios de una Europa intergubernamental y los que buscaban la federación europea. Pero, ¿convertía el TUE a la Unión en una realidad política y jurídica o sólo en un objetivo? El principio de subsidiariedad, propio del derecho comunitario, resulta esencial si hemos de entender precisamente que el objeto de su existencia era responder a las preocupaciones acerca de la excesiva regulación e interferencia de la burocracia de la Unión desde Bruselas. Una federación europea, a pesar de ser un fin en sí mismo, era y sigue siendo papel mojado, sobre todo para Gran Bretaña y Francia.
Los reunidos en Maastricht también eran conscientes de que debían afrontar la ampliación al Este[3]. De hecho, la otra gran dicotomía en el seno de la Unión estaba en los procesos de ampliación y profundización. Según planteamientos de relaciones exteriores, el primer mecanismo favorecía a los estados competidores, los cuales veían en la ampliación de Europa una forma de obstaculizar la unión política y económica. La profundización, por su parte, presentaba a la Unión la tarea de lograr que los antiguos países del bloque soviético adaptaran un modelo de democracia típicamente occidental y una economía de mercado. Así es como ciertas voces europeas reticentes a la ampliación, como Dinamarca o Gran Bretaña en su momento, han llevado a que, una tras otra, Europa replantee la cuestión de las “dos velocidades”, sobre todo, en momentos de coyuntura económica como la que hoy vivimos. Esto, sin duda, configura un elemento disgregador dentro de las economías generalmente más frágiles y, ante todo, afianza el descontento de un gran sector que ve en las directrices económicas de Bruselas, no sólo a un ente supranacional, sino a un conjunto de naciones, principalmente Francia y Alemania, que ven como determinantes[4].
Si el Tratado de Amsterdam, pese a ahondar en la democratización, y el de Niza representaron la puesta a prueba del acervo comunitario ante los ajustes realizados, a fin de adaptar las economías nacionales, y, del mismo modo, revelaron la incapacidad de una reforma institucional que permitiera dar paso a la ampliación, todo ello puso en peligro la solidaridad en Europa. La intentona constitucional y el Tratado de Lisboa seguirían la suerte de los anteriores acuerdos. No obstante, Lisboa supera a Niza y avanza en la reforma institucional, pero, sobre todo, relega de nuevo la unión política a un segundo plano, favoreciendo en su lugar el gobierno intergubernamental.
Como diría Ortega,
[1] El TUE dedicaba la mayor parte de su articulado a la UEM, desde el art. 85 hasta el 130 Y. Correspondían estos al ordenamiento del sistema económico y social, que en el posterior Tratado de Lisboa se dice expresamente que corresponde a la llamada "Economía Social de Mercado", que se inspiraba en el modelo alemán y que, por razones tácticas, no pareció oportuno mencionarlo en Maastricht. En el art.
[2] Budge, I. et al. (2001): “¿Hacia una Unión más perfecta?” en La Política de la nueva Europa: del Atlántico a los Urales, Madrid, Akal, pag. 80.
[3] Actualmente, son países candidatos Croacia, Antigua República Yugoslava de Macedonia, Islandia, Montenegro, Serbia y Turquía (Unión Europea: “Estados miembros” en Países [HTML en línea], http://europa.eu/about-eu/countries/index_es.htm [Consulta 22/3/2012]).
[4] Un ejemplo: "Los Estados miembros sometidos a la presión de los mercados deberían cumplir los objetivos presupuestarios acordados y permanecer dispuestos a aplicar otras medidas de consolidación en caso necesario", afirman las conclusiones aprobadas por el Consejo Europeo de forma unánime” (lavanguardia.com (2/3/2012): “La UE dice que los mercados castigarán a España si incumple el déficit” en Economía [HTML en línea], http://www.lavanguardia.com/economia/20120302/54263218100/ue-mercados-castigaran-espana-incumple-deficit.html, [Consulta 22/3/2012]).
[5] Un ejemplo: Gómez, J. (18/11/2011): Merkel: "La solución es política" en El País [HTML en línea], http://elpais.com/diario/2011/11/18/economia/1321570803_850215.html, [Consulta 22/3/2012]).